IagoMax
  Capitol10
 

Lo que empezó como una coincidencia se enredó hasta convertirse en una intensa disertación sobre Bastian Baltasar Bux. Tras ella, el silencio pre-charla personal. Eli y Alex dejaron de mirarse durante unos segundos mientras buscaban un nuevo tema de conversación.


- ¿A qué vais a Madrid vosotros? – pregunta Alex, cuya mirada pide disculpas por su indiscreción.

Iago y Max, perdidos en sus respectivos mundos de caos y decepción, le miran aturdidos, como si les hubiesen despertado de golpe de una realidad alternativa y se preguntan que decía esa voz que les atraía a la realidad. Eli, que sí estaba pendiente, se adelanta a ellos.

- Vamos en busca de una nueva vida. Los cambios son necesarios – contesta decidida Eli.

- Y también dolorosos, pero necesarios al fin y al cabo – contesta Alex.

Todos vuelven a mirar a un punto perdido del espacio esperando a que alguien hable y continúe la conversación o que el silencio la calle para siempre. Pero Eli la alimenta un poco más.

- ¿Y tú? ¿A qué vas a Madrid? – pregunta con la misma curiosidad que Alex.

- Digamos que a cambiar unas cosas de mi vida y a echar de menos otras.

- Bienvenidos los cambios – sentencia Eli.

Un buen motivo por el que brindar. Los nuevos comienzos son el mejor momento para celebrar esos cambios porque las expectativas son altas y el sueño es excitante. Ya se encargará la vida de cambiar los sueños del ayer por las pesadillas del mañana.

Max ya ha comenzado con el proceso de echar de menos algunas cosas. Mira a Iago fingiendo una sonrisa. Nadie merece pagar por su decepción. Y no sabía por qué pero tenía la sensación de que aquel muchacho ya ha había tragado más decepciones de las que le tocaba vivir. Al fin y al cabo, todos estaban en el mismo camino derechos a una nueva vida en la que enmendar antiguos errores y comenzar nuevos. El esquema de la vida es así de sencillo. Nacemos, crecemos y cometemos errores, incluso repetimos los mismos y tropezamos varias veces en la misma piedra. El ser humano no aprende. Mirar a Iago, sonrisa en boca, desencanto en ojos, le hizo recordar aquel primer beso inesperado y sorprendente en la puerta de Can Peris, cuando Iago se acercó violentamente y Max se puso a la defensiva esperando la más que evidente hostia de aquel broncas y recibió el golpe que menos se esperaba, un beso apasionado y un guiño de ojos cómplice que le daba un nuevo giro a una trama que Max ya daba por evidente y que derivó en un mar de confusiones. Días más tarde, vino el expresar pestes por la boca para negar la evidencia. El ser humano es así, dice con los gestos y los actos lo contrario a las palabras. Así que con esa nula concordancia entre mente y cuerpo, me entregué a él en el kiosko bajo la oscuridad que nos cobijaba bajo su manto. Aquellos eran tiempos felices. Ayer. Hace un rato. Ahora hay indiferencia. Una palabra mal dicha puede hundir en segundos días y meses de felicidad. Somos así, la naturaleza del ser humano es así. La cagamos con tanta facilidad que asusta pensarlo. Por eso no lo hacemos y actuamos. El pensar vendrá más tarde. Max reparó en que no hacía más que pensar en la generalidad del ser humano y se escudaba cobardemente en esa teoría para negar que era él el que había herido a Iago con su silencio. El ser humano no pintaba nada en esta historia, tan solo Max y Iago. Tan solo ellos dos. Iago notó la mirada de Max, en la que se podía leer un lo siento. Iago le cogió la mano y en sus ojos se pudo leer un no pasa nada y le dedicó una sonrisa tranquilizadora. El no pasa nada es la manera correcta de evitar un conflicto mayor y pasar página a una nueva. Esto volvería más adelante. Habían podido detener la guerra pero ese enemigo volaba por encima de ellos como un buitre hambriento de carroña, listo para pasar al ataque. Pero mejor dejarlo para cuando llegue el momento. El ser humano, en definitiva, retrasa sus problemas para más adelante. Y el pensamiento repetitivo de Max sobre el ser humano era una manera de disimular que, ahora mismo, se sentía igual que cualquier ser humano. Al fin y al cabo, en esencia, todos partimos del mismo sitio.

José B. Fernández

 
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