IagoMax
  Capitol8
 

- Perdonad.

Esa tímida palabra capta la atención de los muchachos que miran automáticamente al dueño de ese vocablo. De píe, delante de ellos, un joven recién entrado en la veintena, alto pero hecho un tirillas, con los músculos escondidos en algún lugar tras la camiseta, y con el pelo negro repartido entre un flequillo que termina casi en la boca y largo por detrás pero sin ser melena. Ocultos tras el mechón de pelo, unos intensos ojos azules que muestran más vida de la que un joven de esa edad debería haber vivido. Unos ojos similares a cualquiera de los 3 interlocutores.

- ¿Está libre ese asiento? – pregunta indicando con la mano el asiento que está ahora ocupado por 3 mochilas llenas de sueños e intenciones.

Eli mira a su derecha y recoge la mochila. Max y Iago le siguen.

- Claro, siéntate. – le contesta Eli, con su serena y confidente sonrisa.

El muchacho le devuelve el gesto con otra sonrisa, familia directa de la de Eli. El muchacho se dispone a explicarse.

- Es que mi compañero de asiento está durmiendo y, por lo visto, necesita varios asiento más. Y tras varios intentos infructuosos en enseñarle respeto y educación, al final he decidido buscar un sitio nuevo. Y este es el primer asiento en tres vagones que he encontrado.


- No te preocupes. Siéntate – le dice Iago. – Nosotros no molestamos mucho.


- Jaja. Sólo damos mucha conversación, pero ya está. – completa Max.


- Muchas gracias. La buena conversación siempre se agradece. Me llamo Alex.


- Él es Iago – saluda con la mano. – Él Max – le da la mano. – Y yo soy Eli. – le da dos besos.


- Encantado de conoceros. Y de nuevo, gracias.


- No hay de que – contesta Max.

Alex agacha la cabeza y hay un breve momento de silencio tenso. Ahora hay un elemento nuevo con el que reestructurar la situación. Alex procura mostrarse invisible para no alterar el ritmo que ya tenían los tres, así que saca de su mochila un ejemplar del libro “La historia interminable”. Más o menos por la mitad tiene un marcador. Abre la página por dicho marcador y se dispone a leer, cuando Eli lee el título del libro.


- ¡“La historia interminable”!. Ese es uno de mis libros de cabecera. Es una gozada.


- Sí, me encanta. Siempre que puedo me lo leo – le confiesa Alex. – Cuando voy a empezar algo nuevo, me lo leo.


- ¡Yo también hago eso! De hecho, anoche me lo leí yo también. – dice Eli encantada.

Bonita coincidencia.

- Es uno de los libros que más me gustaron de pequeña – dice una entusiasmada Eli.


- Como a mí - contesta Alex, con un tanto entusiasmo como Eli.


Y tras descubrir la afición que ambos tenían por aquel lugar de cuento que era Fantasía, empezaron a congeniar.

José B. Fernández

 
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