Max sigue la mirada de Iago para encontrar a alguien conocido al final... Beni.
Tras la barrera de la zona restringida a los viajeros del tren, tras la barrera de la gente que se agolpa detrás ese paso fronterizo lanzando besos al aire con más énfasis, conocedores de que esos serán los últimos besos que les podrán dar a sus familiares y amigos en un tiempo, tras el espacio que separa a la última de esas personas hasta el pilar al lado de la puerta... Ahí está Beni. Tan lejos pero tan cerca a la vez. Así, al menos, lo siente Max. Es lo más cerca que ha estado de él en mucho tiempo. Esa sonrisa típica de Beni recibe la mirada de Max y él encoge sus hombros tímidamente. Max sonríe. Iago y Eli también lo hacen pero con una mirada fugaz entre ellos acuerdan dejar al padre y al hijo que disfruten de ese momento, el último juntos en mucho tiempo. Se despiden con un saludo alzando la mano que Beni les devuelve.
Entran en el tren dejando a Max solo hablando con su padre a través de sus ojos. El diálogo se rompe por la voz impersonal de la megafonía que indica, aunque parece más una orden, que el tren va a efectuar su salida inmediatamente. Beni hace un movimiento con la cabeza para despedirse. Max se lo devuelve. Beni se da la vuelta ganándole la partida a las lágrimas que hacen acto de presencia inmediata. Max le sigue hasta salir del andén escotándolo con la emoción. Tras eso, su mirada se pierde por la estación reconvertida a los ojos de Max en un espacio infinito. Un tímido Max sale de la boca de Iago. Max sigue su voz y un click fotográfico recoge la expresión más sincera que Max ha hecho jamás: el perfecto rostro de Max, los ojos asomando tras su largo y moreno flequillo que recoge una sensación de nostalgia que ha estallado en ojos humedecidos. Esta sí que es una foto perfecta: capta perfectamente la más sincera emoción de ese instante. Max sonríe ahora y entra en el tren. Toca el cuello de Iago con la mano. Sobran palabras. Desde hace mucho tiempo, las palabras dejaron de ser necesarias.
José B. Fernández |
